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El retrovisor
Un tiempo para parar

Jornada Internacional de Psicoterapia: Práctica y Profesión
El pasado sábado 28 de noviembre asistí a la «Jornada Internacional de Psicoterapia: Práctica y Profesión«, un interesante evento en el que los profesionales nos cuestionamos sobre el desarrollo de la misma en nuestros tiempos.
Enlace al programa: AQUÍ
El síndrome de la cara vacía
Síndrome de la cara vacía
Mucho se está hablando durante estos meses sobre los efectos psicológicos que puede acarrear el hecho de llevar mascarilla, para protegernos a nosotros mismos y a otros, del contagio por COVID-19.
Uno de los efectos que más están atrayendo la atención es el que J.A. Galiani ha denominado como el ‘síndrome de la cara vacía’.
Por él, la persona acostumbrada a cubrir la mitad de su rostro, experimenta cierto malestar psicológico.
Primero de todo, a la hora de llevarla, dada la falta de costumbre.
En segundo lugar, cuando ya se ha acostumbrado, por no llevarla y exponerse ante los demás. Provoca sensación de vulnerabilidad. Ya sea esta inseguridad por el miedo al contagio, ya sea por una excesiva exposición de la expresión emocional.
También se alude al hecho de que al llevarla, se produce una comunicación empobrecida. Una comunicación carente de algo tan importante para el ser humano a la hora de relacionarse como lo es la expresión facial: nos falta algo de ‘humanidad’, cuando portamos el bozal.
Si nos atenemos, como la experta en comunicación no verbal Alicia Martos parece proponer, a la heterodoxia de manual diagnóstico, este síndrome actualmente carece de entidad nosológica. Cierto. No obstante, y como la propia Martos afirma, el mero hecho de cubrirnos la mitad inferior del rostro nos hace perdernos una gran cantidad de información sobre ‘el otro’. Y nos impide a nosotros mismos transmitir a su vez*.
La mascarilla nos pone difícil desplegar nuestra inteligencia emocional. Dificulta la empatía. Dificulta el analizar al otro.