Esta mañana me he despertado de un largo sueño,
de un letargo antiguo que me mantenía como moribundo.
Abriendo mis ojos te he visto, recostada sobre la cama, allí a mi lado.
Furioso me he clavado los dedos entre las costillas, hundiéndolos hasta abrirme el pecho,
y sacando de él mi corazón helado
lo he puesto junto al tuyo,
cuando abriendo tus ojos, tú también me has mirado.