La aventura de crear una pequeña productora audiovisual

productora audiovisual

Foto: Pixabay

Una… productora audiovisual

No escarmiento. Lo sé. Pese a haberme escaldado en más de una ocasión en las hirvientes aguas del emprendimiento, sigo empeñado en levantar mis propias empresas. Como dice mi socio, y yo mismo opino, «no podemos irnos de este mundo sin dejar un legado del que sentirnos orgullosos, y que además pueda servir a nuestros hijos en un mañana, si lo hay».

Como además soy de la opinión de que una de las mejores formas de aprender es a través del conocimiento y la observación de las experiencias de los demás, lo que en psicología da en llamarse modelado o aprendizaje vicario, he creído interesante contar en un par de artículos mis desventuras empresariales de estos últimos casi siete meses, porque en la Consultoría de Negocios hay que predicar con el ejemplo. Así que hoy os relataré que mi socio y yo rozamos con la punta de los dedos el montar de la nada una productora audiovisual de ámbito local; y en la siguiente entrega, nuestra incursión en los medios de comunicación audiovisual, y lo cerca que estuvimos de tener nuestra propia cadena de televisión o nuestra propia emisora de radio (hasta el lugar en el que me hallo llegaron las maldiciones que Carlos Slim vertió a los cuatro vientos al saber que íbamos a hacerle la competencia…).

Surge la idea: productora audiovisual

Tanto a mi socio como a mí nos apasiona el mundo de la Comunicación. Ambos hemos pasado por radio y televisión, participado en programas, e incluso dirigiéndolos y presentándolos. Hace unos años ya intentamos constituir un Grupo de Comunicación (Internet, TV, Radio, prensa papel…) pero esa es otra historia.

El caso es que por allá por septiembre de 2015 nos habían propuesto volver a nuestros programas de televisión, a seguir haciendo lo que hacíamos en ellos, porque se ve que lo hacíamos bien. Pero esta vez nosotros queríamos más. Hay que evolucionar: estancarse es morir. Por la cabeza nos rondaba la idea de hacer nuestros programas con un plus de contenido de calidad, circunscrito al ámbito local, y muy marketiniano (sí, otra de nuestras pasiones es el marketing). Un contenido que aportara valor a quien se encontrara a ambos lados de la pantalla: al televidente y al protagonista del programa. Y sacando las cámaras a la calle, que es donde deberían estar. Unos programas autofinanciables, por supuesto: programa grabado, programa previamente rentabilizado. Corría el mes de noviembre de 2015.

Con la idea de negocio clara, comenzamos la búsqueda de compañeros de camino con los que dar vida al proyecto: nosotros ponemos la idea de los programas; los contactos y relaciones con los protagonistas de los mismos y con las televisiones que nos cederán su espacio; el capital inicial necesario y la posterior rentabilización; y solo necesitamos, fundamentalmente, personal técnico: operadores, realizadores, editores. En una ciudad en la que existe una buena cantera de profesionales formados, y sin trabajo, esta cuestión parecía baladí. Pero no, no lo fue. De hecho, fue la más problemática, y la que dio al traste con el proyecto.

A la caza del tesoro

En principio se trataba tan solo de encontrar operadores de cámara-editores que quisieran embarcarse en una productora, como socios de una mercantil, aportando para ello una cantidad anecdótica de capital que garantizase sus participaciones sociales, y fundamentalmente poniendo encima de la mesa sus conocimientos técnicos y su trabajo. Conocimientos y trabajo, poco más. Es decir, si el proyecto no despega, tú, como socio, habrás perdido tan solo tu tiempo, y habrás participado en un interesante proyecto, lo que constituye una valiosa experiencia que te llevarás en tu mochila de la vida. Sencillo, ¿verdad?

Meses más tarde, y decenas de agotadoras entrevistas a candidatos, acabaron en humo. Las conclusiones, muy claras, y es que pese a estar perfectamente establecidos los términos del proyecto, los candidatos:

– Pretendían cobrar un salario desde el primer día, sin entender el concepto de asociarse en un proyecto empresarial. El espíritu emprendedor en esta ciudad es casi nulo (a no ser que haya detrás una jugosa subvención y soporte de la administración). Pocos querían arriesgar (y pensar), y muchos soñaban con ser funcionarios o asalariados.

– Ninguno estaba dispuesto a perder su tiempo. Un tiempo que en la mayoría de los casos era tiempo en el desempleo, o quizás haciendo trabajos en B, e incluso tiempo libre tras el relajado trabajo de funcionario.

– Ignoraban el significado de términos como esfuerzo y visión a largo plazo, trabajo en equipo, compromiso e implicación, empresa, invertir a fondo perdido…

– Pretendían trabajar con las pequeñas cadenas locales privadas exigiéndoles las mismas condiciones que a las grandes cadenas nacionales privadas o a las autonómicas públicas

– Padecían de preocupantes delirios de grandeza, que en este sector campan a sus anchas: tras cada operador de cámara parecía haber un director de cine frustrado esperando su oportunidad (¿Acaso no es digno y creativo el trabajo de un operador, un editor, un realizador, etc?). Hablabas de preparar ciertos programas, y al final sacaban a colación la película que querían rodar… Su único y verdadero objetivo: que la empresa acabara produciendo sus ‘cortos’ y ‘largos’, sobre todo sus largometrajes.

Y lo más triste y lamentable, es que ninguno era capaz de renunciar a una mínima parcela de su beneficio personal en pos de alcanzar un beneficio común, con las miras puestas hacia construir algo más grande que todos ellos, algo que no se puede crear si no es en unión con otras personas. Esta carencia, esta ‘tara’, es una constante que he observado que se repite una y otra vez en la generación de proyectos emprendedores: la existencia de individuos incapaces de renunciar a sus enormes egos, a sus míseros deseos, a sus egoístas necesidades, a sus obtusas ambiciones… incapaces de aunar esfuerzos en pos de un ideal, de un objetivo superior, de una meta común.

Amigos, bienvenidos a la cruda realidad de este país, más allá de las bonitas campañas institucionales a favor del emprendimiento.

[Artículo publicado en mi columna en elEconomista.es el 07/06/2016 ]

Acerca de Raúl Tristán

Psicólogo Sanitario Col. A-03021. Director del Centro para la Salud Mental y el Bienestar Emocional 'Escuela de Vida GAIA'.
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